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Mi mamá siempre tuvo un sentido del humor particular

Por Emiliano Dionisi

Mi mamá siempre tuvo un sentido del humor particular. Si por “particular” entendemos “intenso”, y si por “intenso” entendemos “perverso”. Estoy exagerando, no es “perversión” la palabra, pero eso de “me río CON vos” no aplica para mi mamá. Y siempre fue así. Lo que pasa es que cuando te festejan tanto una actitud como esa, es prácticamente imposible que reflexiones, y muchísimo menos que dejes de hacerlo. Que dejes de reír, no CON los demás, si no DE los demás, del desconcierto que generás en los demás… ahí está, la palabra, no es “perversión” es “desconcierto”, como si le provocara un disfrute indescriptible ver la cara de alguien sin saber qué hacer, qué decir, con ganas de mandarte a la mierda pero lo suficientemente confundido como para efectivamente hacerlo. Es, de alguna manera, un sometimiento. Estoy exagerando, “someter” es muy fuerte. Pero un poco sí.

Como si sintiera placer en tenerte entre sus fauces mientras ríe a carcajadas. Porque su risa suena a todo volumen, no importa dónde, cuándo, en qué circunstancias, el eco de su voz viaja por el aire, expansiva, violenta, imparable, golpeando lo que se le cruce por delante. Me encontré varias veces avergonzada por su risa estampida, tan característica, tan… inmensa. No tenés sentido del humor, Susana ¿Y cómo tenerlo? Si ella lo acapara todo. Lo devora. La primera broma de la que tengo memoria fue en una nochebuena. Nunca se nos hizo creer en Papá Noel, la fantasía nunca fue cosa nuestra, así que a las doce cualquiera de la familia, por lo general quien estuviera más borracho ese año, se calzaba un gorrito y repartía los regalos mientras cambiaba las letras de las canciones tradicionales por groserías. Yo tendría nueve y Luisa seis. Cuenta regresiva, brindis a todo volumen, y el tío Mario aparece con un almohadón debajo de la camisa, el gorrito de todos los años, y el pucho a medio fumar a un costado. Un verdadero altar pagano. Todos ríen. Todos menos vos. A mí me deba algo de miedo ese señor inmenso, con olor a vino. Uno a uno nos nombra, no somos tantos, pero para sorpresa de mi hermana y mía, los paquetes parecen tener todos nuestros nombres. Susana, Luisa, Susana, Luisa, Luisa, Susana. Nunca nos faltó un regalo ¿Pero esto? Nos parecía estar viviendo un sueño. Mi mamá agazapada y nosotras tratando de convencernos de que ese año nos habíamos portado particularmente bien ¡Que los abran! ¡Que los abran! Y nuestra ansiedad se disparaba al cielo. Rasgo el paquete más chiquito, queriendo dosificar el placer. Una cajita blanca, cuadrada, no puedo adivinar qué es porque no tiene nada impreso, no hay descripción, no hay foto, nada. Lo abro. Saco su contenido y lo dejo en mi mano unos minutos sin entender… ¿Y? ¿Qué tal? Es una piedra. La reconozco perfectamente, es una de las tantas del cantero del frente de casa. Apenas sonrío por instinto ¿Instinto de supervivencia? Me quedo paralizada por la confusión hasta que un grito desgarrador de mi hermana corta ese estado y me saca del trance. Miro para el costado, ella ya había abierto tres cajas, todas con el mismo contenido… piedras. Somos el centro de atención toda la familia mientras mi madre, literalmente, llora de risa. Mi mama siempre tuvo un sentido del humor particular. Nunca las dejamos sin regalo. Es cierto. Solo que este, vino para apagar el llanto ardiente de Luisa y mi vergüenza ¿Por qué vergüenza? ¿Por haberme entristecido? ¿Por no entender su sentido del humor? ¿Por ser el centro de atención en la única noche en la que estamos todos juntos? Vergüenza, por todo, en todas partes, todo el tiempo. Mi mamá nació para ser bromista y yo… ¿y yo? ¿Para ser el blanco? Te imaginás que esa no fue la primera ni la última, y por más que me esfuerzo, que repaso una y otra vez cada anécdota, cada mordisco, cada silencio calculado que siento en la piel como si fuese hoy, no sé qué se hace. No sé qué se hace con esta ausencia. No sé qué se hace con este amor.  

Emiliano Dionisi
Emiliano Dionisi

Desde temprana edad se desarrolló como director, dramaturgo, guionista, actor y docente. Es egresado de la Diplomatura en dramaturgia del CC Cultural Paco Urondo (FILO – UBA).
En 2009 fundó la “Compañía criolla” (con más de once producciones en su haber).
Sus espectáculos se han representado en el Teatro General San Martín, Teatro El Picadero, Teatro Nacional Cervantes, Centro Cultural Recoleta, Teatro 25 de Mayo, Teatro Coliseo Podestá, entre otros, y han participado en docenas de festivales nacionales e internacionales y recibiendo múltiples premios y distinciones como; ACE, Florencio Sánchez, María Guerrero, HUGO, Estrella de Mar, entre otros.
Sus textos son representados en Latinoamérica y España, y publicados por la editorial LOSADA y por la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Como actor, osciló en los ámbitos del teatro oficial, comercial e independiente y ha participado en programas de televisión, series infantiles, unitarios y series web, así como en cortos y largometrajes.
Quienes han tenido el placer de trabajar con él, son unánimes: Emiliano es un enamorado del trabajo y un excelente compañero.

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