Marcela Inda

Ordenar es un peligro

Ordenar es un peligro. Eso sentí hoy.

Dicen que el otoño es el momento ideal para poner orden en la casa. Los placares, los cajones, tirar todo lo viejo, hacer lugar para lo nuevo. Compro. Me gusta. Porque si hay algo que hacemos sin darnos cuenta es acumular. Juntar papelitos, fotocopias, programas de mano, recuerditos de porquería (que nunca me gustan, pero como el que te lo dio lo hizo con amor, te da no sé qué tirar). O cosas que estás convencida que te van a servir para otra cosa en otro momento. Y es obvio que en otro momento ni te acordás que lo tenés y comprás otro. 

Por eso es bárbaro el otoño. Y su invitación a tirar. 

Empecé por las cajas de arriba del todo, con la sabia intuición de que si estaban tan inalcanzables sería porque lo que contenían no me había hecho falta en mucho tiempo. Y era así. Tiré, tiré. Y aproveché, ya que estamos, la enorme cantidad de bolsas que también había ido guardando por las dudas. Hoy se van todas, pensé. 

Lo bueno de tener ya bastantes años es la sensación de que hay “épocas”, como “zonas” de tu vida de las que ya te podés deshacer sin sentir que estás traicionándote. Ya no sos esa. Entonces no importa. Eso era de otra que hace tiempo ya no vive en esta casa, pero olvidó llevarse sus petates. Chau. Basura.

Otra caja: agendas viejas, ¡qué antigüedad! Repasé distraída las cosas que en su día había anotado como tan importantes, tan urgentes. Y el placer que siento siempre al tachar lo que ya hice… Pensé que tirarlas era disolver un poco mi memoria. Porque nunca fui buena con las fechas, pero sabía que si estaba anotado… Y bueno, después de todo de eso se trata, ¿no? Fresh. Nuevo comienzo. Bollo y a la bolsa. Y entre todo eso, otra cajita, con un montón de participaciones de casamiento… Y ahí me reí sola, me divertí de lo lindo leyéndolas. Porque la mayoría eran de un nivel de prehistoria… ¿Qué hace toda esta gente acá?, pensé. Gente a la que no vi nunca más… Gente que por supuesto no está más casada… Gente que le hizo mucho mal a la gente con la que se casó ese día… Pfff Así que todos y todas hechos pedacitos, fuera de mi casa. Me iba quedando más sola pero más livianita, ya viendo los efectos de la limpieza de otoño. Me hice otro mate para seguir. Estaba cansada, pero con un entusiasmo… Y no me detuve. Viste que el cuerpo te avisa, ¿no? El tema es que no le damos bola.

Otra caja, más cuadernos. Pero, dios, ¡cómo escribía! Ah, no. Pero acá hay libritos de poesía también, era una época en que leía poesía… Qué lindo… ¿Por qué no leo más poesía? Debería. Y zas. Se desliza entre los libros y los cuadernos. Y desde la foto me miran él y yo. Que es otro yo, claro. Un yo lleno de esa luz que emiten quienes han encontrado algo así como un hogar en el otro y lo habitan caminando en puntitas por miedo a que se desvanezca, a que no sea verdad. 

Y no puedo con eso. Y no puedo tirarla. No quiero creer que esa yo tampoco es. Me gustaría pensar, o, mejor dicho, creer, que habita en mí esa… “capacidad”. Pero no me sale.

Ordenar es un peligro. No lo recomiendo, si no saben dónde van a meter la mano. Se puede también, para aprovechar el otoño y su energía, limpiar mucho, calzarse los guantes, fregar los rincones, los marcos de las puertas y ventanas, los azulejos del baño…

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5 Comentarios sobre “Ordenar es un peligro

  1. María del Carmen Rodríguez dice:

    “Un yo lleno de esa luz que emiten”… wow para mí ha sido la frutilla de la torta! Hermoso Marcela, uno de esos días en que cebarte unos mates a vos misma es todo un premio.

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