Por Ariadna Asturzzi
Me desgasto de noche haciendo fuerza de más, en el día es más difícil notarlo aunque creo que hago lo mismo. De noche mastico ruido, me duele la mandíbula y no hay nada que lograr. Me despierto apretando, mordiendo de más; cuando siento el roce de las sábanas lo descubro, registro el cuello, los dientes gruñendo y aflojo. Me dejo caer y pienso, pero no, al principio tampoco puedo. Es casi como si no estuviera, como si por no hacer fuerza fuera desapareciendo.
Hoy espero un poco, muevo el cuello, parpadeo varias veces y me acuerdo, cuando era chica sentía como si saliera de mi cuerpo y me mirara de afuera. Era real, casi tangible, pero tenía miedo de zambullirme en esa especie de desdoblamiento y quedarme así para siempre. No poder volver a no saber. Por momentos sabía; sabía que no estaba, que no era humana, que estaba simulando. Ahí, cuando era claramente dos, mi yo que habían nombrado acá (porque hasta el nombre se me hacía desconocido) y la que de verdad era pero no sabía por qué estaba atrapada en este cuerpo de niña de provincia, me desesperaba. Me asustaba tanto que apretaba los ojos, los dientes y los puños para apagar el cerebro hasta que pasara. Así fue, empecé a hacer fuerza de más. A veces tenía la premonición de que ese día me iba a pasar pero cuando lo pensaba no sucedía, no podía controlarlo. Tampoco iba a aprender nunca, no me dejaba estar en esa sensación, me iba. Es una pena que haya sido tan miedosa, ahora sabría más de mí, pero no, me quedé afuera. Muevo el cuerpo para que reaccione y me empujo a salir de él, a verme de afuera, a ser dos de nuevo, trato sin éxito.
Abandono la empresa después de un rato. ¿La empresa? Me río sola. ¿Por qué usé esa palabra? Mientras pienso como si estuviera en una novela de un escritor de principio del SXX, miro la habitación. Está oscura, muy oscura, duermo con las puertas y las ventanas cerradas, mentira tengo una sola puerta y una sola ventana, lo de que están cerradas es cierto. Por un segundo me desvío, espero que nunca me falte el aire, ya está. En general digo que es porque me molestan la luz y los ruidos, pero no, o sí pero a medias. Hace mucho leí que había que dormir así para evitar que se nos vayan las ideas, me pareció muy ridículo, una superstición antigua, inmediatamente empecé a hacerlo. Y me iba convenciendo con ideas nuevas, a veces dormía hasta tarde y me parecía que ese afuera tan activo podía metérseme sin que me diera cuenta. Yo dormida sin control, dejando que cualquier cosa entre y empiece a formar parte de mí. La idea de ser un canal abierto dándole al día todo lo que tenía adentro, hasta aquello que desconocía, corriendo el riesgo de perder algo, me preocupaba tanto como la invasión del afuera. Me río de nuevo, con el tiempo aprendí a aceptar la falta de explicaciones, la falta de razones para hacer algo que nos tranquiliza. Me levanto, el latido de las encías me sigue, dejo atrás la cama cada vez más desarmada.
Muy potente! Aplausos
Precioso!!!!! Me siento identificada!!!!
Que profundo
Cuánto que apretamos, que no queremos soltar en el despertar