Victoria Sarchi

Reseteo

Las tres cuarenta y cinco. Es una semana ya. Una semana completa que no da tregua el desvelo y se clava en ese número sin dejarme elegir otro. Tres cuarenta y cinco y mis ojos en vigilia. Justo a la mitad. Justo en el silencio más profundo de la noche. Con esta ciudad, más dormida que de costumbre, el goteo constante de todas las canillas que tengo a mi alrededor sube su volumen al máximo. Cada gota que cae me retumba adentro provocando espasmos. 

En otras noches, con otros ritmos, no me hubiera siquiera percatado de ellas pero en éstas… en éstas se revelan cosas que nunca antes se habían dejado ver. Cosas como que en el silencio más potente y penetrante de la noche, mi pequeña casa suena dulce como un arroyo e inaguantable como un zumbido.

El cuerpo cuando duerme se recupera del desgaste. Del uso, del mal uso y del abuso. Cada hora que uno pasa entregado al placer y a los encantos de Morfeo, el propio sistema hace un escaneo órgano por órgano y lo repara, lo consuela, lo sana… lo que puede, lo que uno lo deja. Entonces se me hace evidente: ¡hay un órgano que no me está dejando dormir! Me asusto, entro en pánico de estar gestando una enfermedad silenciosa, me agito pero me la aguanto y no prendo el velador. Porque prenderlo sería darme por vencida al reseteo, darme por despierta a un día, a una luz que todavía no existe. Si son mis silencios los que en realidad me enferman. Los míos, y algunos ajenos también. 

Mis ojos ven la oscuridad, que segundo a segundo es más clara, y ya veo la forma de todos los objetos que me rodean. Me pregunto si no poder cerrar los ojos es por no poder cerrar algo que todavía sigue abierto. O por no tener un cuerpo próximo al que arrimarse para que, sin saberlo, se aspire un poco las angustias. Me traiciono y empiezo a recordar cosas que no colaboran con el apagado. A veces recordar es como rascarse una herida infectada con las uñas recién cortadas. Duele, y se hace vicio hacerme doler. Me enojo y me lloran los ojos abiertos pero no es llanto. Es impotencia. Es no poder. Un no poder llevar a negro pleno mis órganos y mis recuerdos para ponerles pausa, me inquieta saber que va a llegar la luz y que van a seguir ahí, prendidos, sin haberme dado descanso.

Hago un repaso de mi estado general para pensar en otra cosa. Riñones, limpios, aburridamente limpios de alcohol y bebidas colas. Pulmones, regular, ahí, al límite de ser insalvables. Ovarios, sin quistes a la vista y en congruencia con la edad biológica. Corazón… no se sabe, no tengo los datos de su estado actual pero lo que sí sé es que se llena demasiado rápido y se vacía excesivamente lento.

Ya son más de las tres cuarenta y cinco. Sigo a oscuras, en lo profundo del silencio, del arroyo, del zumbido y de la noche. No abandono mi lucha y sigo sin prender el velador, insisto, le suplico, cerrando forzosamente los ojos, a mi sistema que vuelva a hacer su trabajo, que cumpla con su función, que me dé la ensoñación, pensamientos soporíferos y que me cure, me sane, que enmiende algo del uso, mal uso y abuso que le hago a mis órganos. 

No sé cuál de ellos no me está dejando dormir, pero hace poco cumplí años y ahora sí… ahora sí que ya sospecho de todos.

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3 Comentarios sobre “Reseteo

  1. Alejandro dice:

    Me encanto. Muchas veces me despierto durmiendo en el sillón del living, muy incómodo con los huesos que de a poco van volviendo a su posición normal, se acomodan y crujen. Son las 3:45 y es mi cerebro que se despierta y le cuesta volver a dormir. En ese momento necesito el Reseteo. Te felicito

  2. Brenda B dice:

    “lo que sí sé es que se llena demasiado rápido y se vacía excesivamente lento.“ Aplausos

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