Marcela Inda

Palabras

Es ahora. Antes de que se consuma este tronco, la brasa se extinga y el calor merme. Aprovecho ahora que me acompañan el sonido de las chispas y esa inmejorable sensación de fuego. El invierno y el fuego. Quiero decir algo y este es el momento. Mi urgencia es el leño encendido.  Después va a ser tarde, todos volveremos a nuestros corazones helados y mis palabras seguramente resbalarían…

Quiero salir del ámbito de la añoranza, del recuerdo meloso de tiempos pasados, siempre mejores, siempre inalcanzables. Quiero salir de la espera. Del creer en el retorno de seres amados y tiempos felices.

Tampoco quiero entender, ni dar sentido, ni pretender leer un diseño en los acontecimientos azarosos que veo pasar, y pasar, y pasar. Me veo pasar, me olvido pasar. Digo: ¿cuándo estuve yo ahí? ¿Qué habré estado pensando?

Quiero abrir la boca y que este grito mudo abarque a todos, como la inmensa sombra de un ombú añoso, que cubre todo de verde y enreda a quien la recorre con sus raíces. Practico. Respiro. Abro más el tracto vocal, se ensancha. Toda la columna vertebral que soy se activa, oscila, va y viene en torno al centro inasible, hace ruiditos también.

La voz que es aire que sale, el aire que es voz que entra. Laten adentro las células, late la piel. Como si el corazón se hubiera trasladado con su tic-tac hacia otros lados, hacia los extremos. Toda yo vibro a su ritmo. Es ya. 

No vale toser. No vale aclararse la garganta, ni morderse los labios en la duda. No vale dudar. Es tiempo de decir, de exclamar. Aunque no haya certeza de nada, es momento de afirmar convencida. De ser palabra. Que otros se ocupen de significar, yo digo, yo grito, yo pronuncio.

Todos los músculos se activan para la inspiración. Y los labios y la lengua, atentos, presienten, intentan una articulación. Adivinar la vocal, la consonante, la sílaba… Qué viene, qué sigue… Qué es lo que se oculta bajo la faz de la pretendida seriedad de la conciencia, de la carísima verdad de la razón.

Quiero correr la cortina, ver qué hay atrás, que pase al frente, que deje las bambalinas. Que protagonice en el centro del escenario ese informe protoplasma de mí…

Veo el caos, siento el fuego mezclarse con todas las personas que amé, que amo. No hay pasado para el amor, no ahora, no frente al fuego. Este fuego no respeta tampoco la frontera que separa vivos y muertos. No distingue. Crepitan todos ahí, la brasa los acoge, junto a quienes me amaron a mí/a quienes me aman. ¿Qué otra cosa, además de eso, se consume, se alimenta? La infinidad de búsquedas y de pequeños hallazgos, de tropezones y de toboganes (escasos pero inolvidables momentos-fluir)… Todo se quema, se quema, se quema.

¿Hay que decirlo?

No me urgen proyectos eminentes, no me corroe la ambición. Pero me quema la palabra que aún no dije. Sé que está ahí. Viva. Escondida. Así que muevo los labios en un random de intentos. Tecleo, tecleo. Seré más yo cuando me narre.

No se ve el fondo del aljibe y, sin embargo, mandamos el baldecito.  Confiados, como la cosa más normal del mundo, hacemos girar la manivela y el fondo nos devuelve agua cristalina y fresca para beber. 

No quiero oro, no quiero piedras preciosas. Confío en que el fondo me dé de beber agua fresca, así que tiro el balde. Quiero pescar la palabra antes de que se apague el fuego.

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5 Comentarios sobre “Palabras

  1. Lea dice:

    La palabra que no se dice pero que pugna por salir . Buscarla y no encontrarla pero sabemos que está. Hermoso cuento sobre las palabras que no decimos y que sin embargo, está cifrada en ella la redención. Bravo Marcela!

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