Marcela Arza

Terror al despertar

De un impulso. Como esos de película, que la persona se levanta, sudando, respirando fuerte, esos impulsos que al verlos resultan mentirosos porque nadie cree que alguien despierte así. Bueno, de ese impulso desperté y mi cuerpo disparó postura. Me senté al borde de la cama y me apreté el pecho con las dos manos. Bien de película. Bien de esas escenas tan sobreactuadas. Mis ojos para todos lados.  Quise gritar para llamar a alguien. ¿Pero a quién?

Una necesidad de… 

A los dieciséis, choqué a un auto. Yo con mi bicicleta y mi desparpajo de manejar sin manos, mi desfachatez de meterme en una calle en contramano y agarrar una semi avenida. Tanta adolescencia encendida al volante de una playera. Y así fue, que metiéndome en contramano, sin saberlo realmente, choqué contra el auto que paseaba a una familia ese domingo. Creo que tenía esa edad. O menos. No sé. No sé bien de fechas. El tiempo borra números para darle sensaciones al ahora, de lo que fue. La sensación de andar sola y chocar una familia. La sensación de mi cuerpo volando hacia el capot con la culpa de arruinarle el día a toda esa familia.  La sensación de domingo que siempre es igual, pase lo que pase. 

Volando entre asfalto y capot, vi imágenes: familia, perros, amigos, todo. Como fotos pasando. Como en las películas. Igual.  

A los veintitantos, me operé. Estuve un mes en terapia intensiva y cinco días en coma. No. No. No tengo ningún registro de recordar nada del coma. No flasheé nada. No vi nada. No vi a nadie. Nada sobrenatural. Me dormí y desperté. Pero, antes de la anestesia, que es lo que más miedo me daba, también tuve imágenes de álbum de fotos de seres queridos. Saber morir hace eso. Somos como un disco rígido que chequea todas las imágenes antes de reiniciar Windows. 

En ningún momento tuve el terror que sentí hoy. Y mirá que volé con la bicicleta. Y mirá que vi a mi mamá llorar por mí en la puerta del quirófano. Pero lo de hoy… 

Sentada al borde de la cama, apretaba con resignación del ya está, es esto, va a venir, porque sabemos que viene, hoy mañana o pasado, sabemos cómo termina esta película. Y me dije, ya está, la palmé, hasta acá.

Apretaba mi pecho como para apretar el reloj, el cuore, para que siga latiendo, siempre creo que se va a olvidar de latir, que va a pasar eso. Que tengo que controlar lo que late y cómo late. No le confío.  Tengo que controlar estar viva. 

Creí que me iba, en serio, pensé que ya está, que hasta acá. 

Agarré la almohada y la obligué a abrazarme. Lloré hasta quedarme dormida, viendo la pared.

Una necesidad de…

A las horas o al instante, el despertador. El día arranca. Me visto, desayuno, riego plantas y me voy al trabajo. 

Todo el día lo viví como un regalo, pero un regalo que de talle no te va. Regalo que tenés que cambiar. Pero no sé, si quiero cambiarlo. Quizás no quiera nada. Quizás el regalo, aunque mal me quede, fue suficiente. Quizás es hora, de esta sensación de ahora. 

Hoy no vi ninguna imagen de un ser querido, sólo la pared dañada de humedad. El Windows no anda. La cama se me hizo grande.  

No me da miedo morir, me da miedo hacerlo sola. 

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