Victoria Sarchi

Dragón

Que no haya nada, me dijiste y tu fisonomía, tan adorada y venerada por mí, se tornó vil, pueril, despiadada y repentinamente reptiloide. Se cayó el velo de un solo golpe, en mis retinas te transformaste en un dragón horrible y tu aliento de fuego me quemó la cara.

Tan roja, tan en carne viva me dejaste que las lágrimas cayendo en mis mejillas eran navajas que hacían tajos una atrás de otra y la que venía no sólo que salaba fuerte la flamante herida sino que la profundizaba tanto más que podía hasta sentir arder crujiendo el hueso. Tuve miedo de hacerme añicos los pómulos. No sé si lo sabías pero con el orden en el que pusiste esas palabras me cortaste bien la cara, y el dolor era tan inenarrable que me hacía llorar más, y me hacía caer más y más navajas que tan solo quería arrancarme la cabeza toda, y patearla lejos, lejísimos para que pudiera volverse un punto imperceptible en el espacio, confundible con una mosca, una pelusa, una partícula aparentemente inútil y confundible con el todo. Quería cortar el dolor que me cortaba.

¡La nada que querés no existe porque ya pasó de todo!, quería decirte con voz gruesa, grave, segura, pero sabía que ibas a quemarme más con tu respuesta y no quise ser un hueso. No, no quise arriesgarme ni siquiera a chamuscarme ni un centímetro más con vos… me gustan mi piel y las carnes firmes que recubren mi persona. Puede que vos ya no las quieras pero yo sí… Entonces resistí al ardor y me callé, y no dije palabra para no dejarte todo. Porque un poco te dejé y otro poco te robaste. Confieso que también me hubiera gustado quemarte, dejarte tajos, cicatrices sobre cicatrices pero no sé cómo hacerlo. Soy más del tipo bípedo, mamífero, me gusta más el caminar que el arrastrarme. Creo que al final el silencio me salvó el resto del cuerpo de tu aliento de fuego. Que no haya nada de mí en vos, dragón que todo desintegra, ahora que veo, repito yo cuatro palabras, por favor, que no haya nada.


Standard

Comentario sobre “Dragón

Comentarios cerrados