Marcela Inda

Ese domingo

Se sentó.

Había elegido un ángulo que le permitía junar su puerta sin esfuerzo, como quien no quiere la cosa. No se lo confesaba, pero sus tripas le hacían hacer cosas que consideraba reprobables en otros. Como ese domingo. Que se las arregló para encontrar una excusa y sentarse casi frente a su puerta. En ángulo. En ángulo perfecto.

Probó el trago que había pedido. Le supo amargo, la despertó, la trajo al presente, del que se iba a cada rato arrastrada por pensamientos, recuerdos, fantasías. Ya no sabía qué era qué. Había perdido la capacidad de distinguir aquello que había pasado y lo que se había ido sedimentando, como capas agregadas a una experiencia remota, ya inasible… Lo que interpretó, lo que sintió, lo que creyó ver…

No tenemos ni idea, concluía siempre.

Otro trago.

El ojo alerta percibió algo. La puerta del edificio se había abierto. Le saltó el corazón. Salió una familia entera, pero ni rastros de él.

¿Qué haría un domingo al mediodía, ahora que no tenía perro que pasear, plantas que regar, almuerzos familiares que preparar, discusiones febriles que sostener…?

La música ochentosa que salía del bar y se desparramaba por la vereda le sonó ajena, nada tenía que ver con nada…

And you give yourself away

And you give yourself away

And you give… 

With or without you

O sí. Tal vez sí.

No entendía por qué ella, una mujer que siempre había sido independiente, plantada sobre sus pies, capaz de defender sus ideas, de respetarse, de reflexionar… Ahora era de a ratos esa piltrafa, esa autómata que era llevada por dios sabe qué impulso ciego. Y volvía. Una y otra vez volvía a ese pasado que ya era una cosa informe y dañina.

El sol le daba de lleno. No había tenido eso en cuenta al elegir la mesa, claro que no. Y sintió el calor fermentar el martini en su cabeza. Lento. Relajante. Como un masaje sin dedos, casi como una caricia.

Mañana lunes, pensó.

Mañana no hay intersticios.

Mañana estoy a salvo.

Pero la puerta se abre. Y cree verlo. Se abisma. Ve oscuro.

Salta.


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Comentario sobre “Ese domingo

  1. Lea dice:

    El suspenso está desde el comienzo. Y poco a poco se devela la situación de la protagonista a través de frases, que sin ser explícitas, ayudarán al lector a vislumbrar su universo. Un pasado que la atrapa. Un presente casi inexistente. Un impulso irracional cuando cree verlo a él, al que consume su mente, su fantasía. ¿Cree verlo o lo ve? El lector lo interpretará libremente.

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