Victoria Sarchi

Un adiós imposible

No tengo ganas de mirar a nadie, ni de empezar ninguna conversación, ni de cruzar una sonrisa, o un comentario, nada. Quiero que me traten como si fuera invisible, inexistente, como una sombra confusa. Lo que quiero ahora es no importar, que no me tengan pena o piedad, ojalá no estuviera acá. Pero mis deseos no son escuchados y estoy siendo apabullado con abrazos, cacheteado con caricias y ensordecido con sentidos pésames. 

Tengo ganas de darle un zarpazo al próximo gesto de afecto sobre mi cabeza, parezco un felino enfurecido al que, en vez de reconfortarlo las muestras de cariño, lo hacen querer atacar con salvajismo. Es que… no los necesito ahora que el cuerpo está tibio, que todavía tengo cercano y vivísimo el sonido de su voz, la forma en que se hinchan los iris de sus ojos, su olor al despertar, todo eso todavía no se fue, todavía sigue acá, pero sé que día tras día y noche tras noche se va a ir perdiendo, evaporando, y por más que yo me esfuerce ya no va a volver así. Va a volver, pero inventado por mí, poco real, y es ahí que los voy a necesitar, después, cuando sea el olvido el que ocupe todos los espacios. 

Ahora no aguanto las voces, me exasperan las risas. ¿Qué son estos ritos que hay que cumplir justo en un momento donde no hay un pensamiento más certero que la incertidumbre? La gente se olvida donde está, si hasta yo mismo me lo olvido cuando una conversación toma vuelo hacia esas cosas que no le importan a nadie pero que decimos igual para hablar de algo. Como si fuera una obligación, hablar. 

Estoy nervioso, quiero perderme en mi propia cabeza por tiempo indefinido y no tener que interactuar con ningún otro ser vivo. Todo lo que hay cerca mío me genera irritación. Ahora mismo tengo ganas de arrancarle de las manos la bolsita de garrapiñadas a la nena que tengo al lado y tirarselas con todas mis fuerzas contra la pared. Además, ¿quién es? ¿Qué hace una nena acá? ¿Por qué traen una criatura a estos lugares? Me enervan las personas que quieren aparecer en todas, si no tenés con quien dejar a la menor no vayas, ¿qué mejor excusa que esa? Pero no, las amigas de mi hermana Malena son las “infaltables”, están todas acá como si se hubieran juntado a tomar el té, si hay hasta dos o tres parturientas que de vez en cuando sacan las tetas para darle a los bebés que por supuesto se trajeron al evento como si fuera lo lógico… Yo estoy azorado ante tanto egoísmo… si estás aburrida en tu casa con un recién nacido, lo lamento en el alma, pero acá queremos estar tristes, llorando y si vos me chantas un recién nacido en la cara como que me sacas ese privilegio. Porque yo no te lloro en cualquier lado, es el velorio de mi madre y quería llorar tranquilo y con todo esto alrededor no se puede. Se me hace verdaderamente imposible sacar hacia afuera el dolor que me produce el saber que en pocos días sí voy a sentir su ausencia y ahí sí voy a estar solo, por suerte igual, así puedo llorar delante de quien yo elija, o de quien se me escape el sollozo, cosa que seguramente no va a ser delante del peluquero, del encargado del bingo, o del grupo de whatsapp de la alarma vecinal, o de mis compañeros de trabajo, que… no sé quién les avisó, bah avisar fui yo pero… no sé quién les dijo que era atinado venir. Nadie me lo preguntó, se aparecieron y pasó que me quedé tan aturdido de verlos que se sintieron incómodos y se fueron rápido y ahora yo me siento culpable por hacerlos sentir desubicados, entonces… Realmente termina siendo un compromiso estresante de puro protocolo y ceremonial esto del velatorio… y no sé por qué pero todas mis emociones se sienten incorrectas en este momento.

Ahora quisiera estar solamente con los que están como yo, y retroalimentarnos con ese sentir de pérdida, no quiero que me levanten el ánimo o que me distraigan, ¡quiero estar mal porque mi mamá se murió! Hoy es ese día, es el día en que me alejo de su persona, de su carne y de sus  huesos para siempre y quiero despedirla hecho pelota. Añicos. Ahogado en llanto y todo este circo circundante no me deja. No me deja ser yo despidiendo a mi madre, que no fue “la mejor del mundo” pero fue la que me tocó, y no estuvo mal, la quise, me quiso, la quise matar, me quiso matar… Sí, una vez a los ocho años comí demasiado dulce y me enojé con ella cuando me arrebató sin aviso el pote de helado de tramontana y la corrí alrededor de una mesa con un tramontina mientras ella me decía: ¡Cuando dejes el cuchillo vas a ver la que te espera! Cosa que me ponía en una encrucijada peor porque a esa edad era bastante gordito y a la tercera vuelta ya estaba cansado y como corríamos en círculos de repente era ella la que me corría a mí y yo quería parar pero sabía que si me frenaba se me venía encima una película de terror, y entonces, ya no corría para acuchillarla, como lo había querido hacer al principio, cuando me dijo que parara de morfar y me arrebato el pote, no, ahora corría por mí, por mi vida… Por suerte me resbalé y me caí de lleno al piso clavándome la punta del cuchillo en la rodilla y sangré. Ella se agachó, me alzó, me llevó al baño y me lavo la herida. Yo lloraba de dolor y de vergüenza. La abracé del cuello fuerte, me llené de su perfume y me escondí, no podía mirarla a la cara. Ella de a poco y hablando cariñosamente de lo que había pasado entre nosotros hizo que le devolviera la mirada. Al final esa noche dormimos juntos abrazados en la cama grande, cuando entró mi papá y me vió en su lugar empezó a hablar fuerte para que me fuera a mi cuarto pero ella lo calló y en voz bajita le dijo que me dejara ahí, que ya estaba dormido, fue entonces que papá se fue a dormir a mi cama. 

Yo estaba despierto, lo escuchaba todo pero me hice el dormido para no irme de su lado, sabía que no iba a despertarme porque nunca le gustó sacar a las personas de los brazos de Morfeo… pero ahora, que la que se va es ella, ahora sí quisiera estar dormido como no lo estaba aquella noche, dormido muy profundamente para no tener que verla irse.


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2 Comentarios sobre “Un adiós imposible

  1. Liliana dice:

    Me encantó.Es una descripción tan real de sentimientos encontrados, de reacciones incomprensibles para el.entorno y tan normales para el.que transita el dolor.Es muy bueno y toca profundo el.corazon.Felicitacioned.

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