Marcela Arza

Pésima idea

Te acompaño hasta la esquina. Nos miramos, nos abrazamos corto y fuerte y me decís: te voy a estar esperando. Te aprieto el mentón y te digo que fuiste lo más hermoso del último tiempo. Me doy vuelta y sin mirar atrás, camino apretando la cara para no llorar. Llego al departamento, me cambio y meto la ropa que había dejado secar, en la valija. Reviso el baño, la cocina.

Seguir leyendo
Standard
Marcela Arza

Detalle

Ya se habían ido todos. El eco del bullicio seguía como constante a pesar de la casa vacía. Le pregunte si quería café, y apenas hizo gesto y se desplomó en la silla, con el cansancio de una vida entera. No podía decirle nada. El nudo en la garganta asesina los tímpanos, cuando no hay más nada que hacer, que solo tomar un café. Me senté al lado de ella, le agregue dos de azúcar y prendí un pucho. Había algunos vasos sobre el modular, marcado de un labial violeta. No recordaba quién había estado con ese color en la boca. Tampoco recordaba bien, quién había estado. Como que el día había pasado, da igual si latimos o no. 

Seguir leyendo
Standard
Marcela Arza

Mi primer amor

Uno de los últimos días de enero en Gesell. El día más caluroso del mes. El sol a pleno sobre las canchas de voley. Churros, barquillos y “lloren chicos lloren”. Mi viejo en la orilla habla con Eduardo. Se lo ve efusivo en lo que charlan. El puño de su mano lo demuestra. Mi vieja está sentada, leyendo uno de Stephen King. Tan fanática, que leía de 15 a 20 libros al mes. 

Seguir leyendo
Standard
Marcela Arza

Los Narcos

Lo dijo bien claro: O te vas o te hacemos concha. Nancy apenas frunció el ceño de miedo. Sus ojos no quisieron verle la cara. Vos no eras así, salió decirle. Matias  le clavó la mirada y se le fue con el cuerpo hacia ella. No seas boluda, le dijo con sinceridad elocuente. Su piel se erizó al descubrir que el niño que había cuidado hasta la adolescencia, le estaba diciendo que se vaya del pueblo. Se paró al lado de ella, sacó un cigarrillo y lo prendió. La ruta estaba vacía. La brisa de un verano otoñal. El auto de Matias, rojo Peugeot con las luces bajas, puesto de frente al Duna blanco, ambos brillando bajo el sol del pleno atardecer. 

Seguir leyendo
Standard
Marcela Arza

Y así, un sábado más en Ramos

Fumamos porro en las vías. La china y yo. Hablamos de la existencia y sus múltiples posibilidades. Habíamos visto la película Efecto mariposa. Alto flash, decía la china, con sus ojos chinitos y su boca hinchada que algo le había dado una reacción alérgica. Alto flash, decía.  Cualquier mínimo movimiento cambia la realidad. Somos posibilidades mínimas todo el tiempo. Somos lo mínimo que hacemos. ¡Somos nada!, gritaba al eco de las vías de Brandsen. De una casa nos chistaron, asi que nos fuimos. Dejamos la botella vacía en el huequito al lado de la red. La enterramos con las colillas de cigarro de esa noche. 

Seguir leyendo
Standard
Marcela Arza

Disfraz de felicidad

Se estira la carne. La estiro a golpes, con el martillo. Martillo que me regaló tu mamá para mi cumpleaños pasado. ¿A quién se le ocurre regalar un martillo que aplasta, golpea y machuca la carne? A mi suegra. A tu mamá. A la herencia que le vamos a dejar a nuestros hijos. O a nuestros gatos. A lo que sea que tengamos de valor, le dejamos una mujer que regala armas “de cocina” a su cuidado. Ese sentimiento. “Arma de cocina” cuidando nuestro futuro. 

Seguir leyendo
Standard
Marcela Arza

La vecina de arriba

Se mudó hace un mes. Nuestro primer contacto fue un domingo por la mañana. Tocó el timbre mientras yo dormía. Tenía tanto sueño que no me levanté a atenderle. Al rato, y con el mal humor que me producen los ruidos del edificio, y que no haya un solo día sin poder dormir hasta el mediodía, me levanté de la cama. Le di de comer al Chino, me preparé el café y le imprimí una buena onda a la mañana. Salí al patio con la taza caliente y escucho: Hola vecina. Tomada por sorpresa, miro hacia arriba y una cabeza llena de rulos me sonríe. 

Seguir leyendo
Standard