Los ojos redondos exultantes, para afuera se le ponían. Nos hablaba con las manos marcando cada detalle. Estaba tirado en la cama viendo Bonanza en la tele, en la pieza de sus abuelos, estaba. Dice que jugaba con la peineta de la abuela como si fuese el caballo. Y estaba ahí, esperando que lo llamen a comer. Y dice que él sentía el olor a tuco. Sentía olor a nuez moscada, a la provenzal. Y en un instante un ruido, y las manos le temblaban raro, dice que miró la tele y un piiiiiiii le empezó a sonar adentro de su oreja, miraba y no escuchaba al pequeño Joe hablando con sus hermanos Hoss y Adam, ni a su padre Ben. Sólo el piiiiiiiiiiiiii.
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Y en la tele solo hablan de fútbol
Me hice de los tics de todos los días,
y como, por los aromas del vecino: Churrascos con cebollas que se caramelizan en mis narices. El olfato me avisa y voy,
y entro,
y hago como si todo estuviese bien.
Y no. No lo está.
Seguir leyendoNo soy un actor, soy una estrella
No fui de tener miedos. Ni fantasmas, ni pasillos oscuros, ni Chucky, ni IT, Muertos Vivos. Nada me daba miedo, salvo y hasta el día de hoy, los: ronquidos.
Me aterran.
Seguir leyendoRamo de rosas, gerberas y tulipanes
Fue ver la escena más triste de mi vida, la despedida de dos amantes, mejor dicho, la despedida de alguien con algo que se estaba apagando, que los días hacia flashear de tiempo rápido y asesino. Apenas vi eso, salí. El nudo de la garganta te hace ser rápida. Crucé el puente con el dolor de querer llorar mucho. Te mandé un mensaje. Era muy temprano. Caminé despacio por la Avenida Cabildo, me detuve a mirar vidrieras buscando algo que sea más importante que el nudo y el dolor y todo, todo lo que pasaba. Me contestaste a la hora, que vaya, que me esperabas con el desayuno. Caminé sin cansarme nada. Que espanto. El contador de pasos del celular me felicitaba con aplausos por mis victorias en kilómetros, y yo que con bronca y dolor sólo cruzaba sin mirar los semáforos, cerraba los ojos y volvía una y otra vez a esa triste despedida.
Seguir leyendoPaloma blanca de Vitreaux
Agarrando impulso y con la dirección posicionada, eficaz y dominante, empinaste ese puño contra la ventana de palomas blancas de vitreaux y la alfombra rosa pardo de la que tanto veníamos hablando, se minó de astillas asesinas silenciosas.
Seguir leyendoManantial de llanto despedida
Tres Whiskies nos tomamos esa noche. Yo no tomo Whisky, te dije. Y tres Whisky me tomé.
Aunque lo sabía, aunque ya tenía en mi mente todo posible escenario, sonó el teléfono. Seco y rápido mensaje. De pronto me estaba lavando los dientes para salir. De pronto me había cambiado sin darme cuenta. Había avisado a un par. Tardé en ponerme las zapatillas, por los cordones. Mi gato me comió los cordones hace un tiempo y no los cambié. Hace unos meses. Creo que hace 4 meses. Me subí a un taxi y le dije la dirección.
Seguir leyendoEntonces ¿Qué soy?
El cielo llora las mismas lágrimas.
Hay caso que de la fuerza de una garganta agotada
ni la amargura determina.
Y así pasan los años…
Seguir leyendoEl amor se mira con luz led
Bajo la lámpara, con su luz manejada a control remoto, que cambia de colores como la respiración de tu guitarra, ahí estas. Sentado cantando temas de Charly y yo mirándote a escondidas de un corazón más roto y sacrificado.
¿Hace cuanto no beso a nadie?, pienso, mientras tomo Fernet y esquivo mi mano del tabaco de la mesa.
Seguir leyendoEn mi casa
La nariz alargada, con la pera redondita. Nariz alargada y grande. Boca de labios finos. Está observando directo la puerta. Su torso, apenas, fantasea un brazo. La cortina de caireles ahí ya no me deja ver, la descuelgo y la apoyo en la cama.
¿Cómo no lo vi antes? ¿Cómo vivir con esa imagen sobre la puerta? Es tan real la cara, que me asusto y me subo a la escalera y con cepillo y lavandina, a las 3 de la mañana, rasqueteo la pared.
Seguir leyendoRosal esquelético
Abriste la ventana del living y todo se volvió de un naranja melancólico. Un instante de pasado, bajo mis Nikes verde fluorescente. Seguiste para las habitaciones del fondo. Abrías maderas que crujían, luces destellantes, en lo que había sido el Caserón de Caseros. Lo único que había, era el sillón de tres cuerpos cubierto con las frazadas de invierno. Las frazadas de invierno a cuadros en tonos verdes y azules. Las mismas de siempre. Las usábamos tres meses y las guardábamos en el placard de arriba, como reliquias. Las lavábamos a mano, al sol de la mañana y las guardábamos dobladas y correctas. Las mismas frazadas de invierno de siempre.
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