Con las cartas no se juega- dijo, de golpe, juntando el mazo disperso. Lo envolvió cuidadosamente en el pañuelo de seda, y lo guardó en el bolso, apagó la vela, todo en dos segundos.
Se hizo un silencio suspendido. Estaban los que habían entendido, o intuido, y los que se habían perdido hace rato y ahora miraban inquisitivamente a Mariela, a Jordi… esperando alguna traducción del genio de Elena, que parecía haber cortado el mambo sin motivo.
-Paso al baño -le dijo a la dueña de casa, como pidiendo permiso. Dio unos pasos, y se volvió. Manoteó el bolso y se dirigió al pasillo.
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