Marcela Inda

De casa al trabajo (y del trabajo a casa)

De mi casa al trabajo (y del trabajo a mi casa), la mayor parte del camino voy al lado de un río, el Oria. Me contaron que hace años era el río más contaminado del país (¿cuál país? Bueno, eso lo dejo para otro día). Parece que las industrias (papeleras que abundaban, por ejemplo) vertían sin control sus porquerías y no vivía nada en esa podredumbre. Ahora la situación es muy otra, el Oria que yo conozco tiene peces y pájaros, buena señal.

El trecho que recorro cada mañana es corto, no hago kilómetros y kilómetros como hacía hace dos años, de un pueblo a otro, para llegar al laburo. A ritmo lento, propio de mis mañanas, serán unos quince minutos. Y, además, me doy ese lujo, el de ir caminando (o en bici, cuando estoy más apurada y no llueve) a la vera del río, escuchando la “música del agua”, como la llama mi amado, el Negro Aguirre. Estas últimas semanas, que llovió bastante, hubo días en que el volumen de la música estaba bien alto, era imposible no escucharla, pasar de largo. Porque algo de esa potencia sonora que venía bajando de la montaña te arrastraba: traía, y traía… llevaba, y llevaba… y arrastraba… 

La música que llevo dentro a veces hace juego… Hay una canción que me gusta cantar a la mañana: “Canción infantil para despertar a una paloma morena de tres primaveras”. De principio a fin la canto. Porque, justamente, habla del comienzo del día, del despertar de las cosas, una a una, de la naturaleza. Y a medida que la canto me voy despertando. Me la aprendí hace muchos muchos años de algún cassette o cd de Serrat que tenía papá y la cantábamos con él. Y en algún momento la empecé a cantar camino a la escuela, también a la mañana, bien tempranito, porque me di cuenta de que la duración de la canción coincidía con lo que tardaba en recorrer esas pocas cuadras o, tal vez, yo acomodaba el paso a los minutos que me llevaba cantarla y, acto seguido, entrar al colegio. 

De casa a la oficina el trayecto es más largo que la canción, tendré que ir encajando otros temas, para completar el tramo sonoro.

Ésta la canto cuando aparezco en la zona que llaman industrial (pabellones hay, sí, pero yo sigo bordeando el río). No sé por qué justo ahí. Tampoco sé qué pensarán los ordiziarras de alguien que va cantando a viva voz por la calle… En Tandil a las 7am en esas dos cuadras no había nadie para opinar. Pero no olvidemos que ahora vivo en un pueblo, y que todo se sabe y todo se comenta. La pérdida absoluta del anonimato y sus bemoles. Tema, temón. Al menos por ahora no me impide cantar.

Pasó el momento del revoltijo. Luego de unos días de grandes lluvias, el río ya está transparente de nuevo. Quedaron a su vera los pastos peinados, ahora descubiertos, y una sensación de frescura. Los pajaritos se cuentan todas las novedades de la primavera, el verde no es un color sino muchísimos, cada día que pasa el follaje es más abundante. Las higueras explotan de frutos. Los tilos en flor… Los perfumes le ganan la batalla a cualquier indiferencia y me roban (a mí) una sonrisa mañanera.

Hoy me llamó la atención la cantidad de peces que había. Y me quedé observando algunos que estaban como a un costado. No se los llevaba la corriente, ni tampoco iban en contra. Nadaban en un equilibrio sostenido… ¿descansando? ¿en reunión? Estaban “habitando” ese lugar. Hace falta una fuerza para estar ahí, sí, la justa para mantenerse en ese punto que es movimiento y que no cesa. Pero claramente no tanta como para remontar el curso del agua.

Me quedé como hipnotizada mirando su estar.

Parece que hay un lugar del río donde es posible otra especie de fluir, que no obliga a ir contra la corriente y hacer tamaña fuerza. Si se encuentra ese remanso, quizás sea posible no dejarse arrastrar por la corriente (no es lo mismo que dejarse llevar), no estar obligado a hacer el recorrido que hacen todos.

Hay un lugar del río donde es posible fluir de otra manera. Más personal, tal vez.

Hay un lugar del río en el que… ¿me veo?

Seguí caminando con una sonrisa en los labios, subí la loma (todo es pendiente por acá), entré a la oficina… Egun on!

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